Al menos, esa era la idea original, pero el río nos tenía reservadas muchísimas sorpresas. Al principio navegamos hasta la Milonga, ingresamos al canal accesorio, y continuamos sin parar hasta que el canal pasa al lado derecho del puente. Recién por esa zona, hicimos los primeros intentos de pesca, con algunos resultados muy buenos:
Luego de un par de horas de pesca, continuamos camino, ya rumbo a las lagunas:
Por la zona, en una de las lagunas artificiales del canal, nos encontramos con un espectáculo maravilloso. Un pequeño manchón de árboles blancos, que toman ese color de la enorme cantidad de excremento que generan los cientos de pájaros en la zona:
Luego de perdernos un par de veces, dada la gran cantidad de canales que hay en la zona, y de ser salvados por el GPS y por los consejos de los lugareños que cruzábamos, tomamos el camino correcto.
Decidimos parar a almorzar un riquísimo asado, y a probar otro poco de pesca. Ya entrada la tarde, enfilamos para la laguna, con la idea de acampar en las cercanías de la entrada a la misma.
Grande sería nuestra sorpresa al encontrarnos con que en esa zona casi no hay árboles para resguardarse del viento. Luego de dar un par de vueltas, decidimos que lo mejor era cruzar la laguna y entrar al Careaga, donde veíamos (según Google Maps) gran cantidad de árboles.
Entramos por la Laguna Recalde, y luego de algunos minutos, la hélice de nuestro motor empezó a levantar el barro del fondo, anunciando una profundidad menor a los 50 cm ! Levantamos un poco el motor y seguimos navegando, intentando llegar a la entrada del canal:
El marcador rojo en el mapa indica el lugar donde finalmente Irina II (nuestro semirrígido) no pudo seguir avanzando. Caía la noche, y nos encontrábamos varados a unos 50 metros de la costa, con una profundidad de 20 cm de agua.
Luego de ponernos de acuerdo en qué íbamos a hacer, y mientras Patón se quedaba en la lancha, Facu y yo (Nico) decidimos caminar hasta la costa, y tratar de buscar el canal a pie, para luego llevar la lancha hacia la zona correcta. Así que nos descalzamos y, tratando de no pensar en el agua helada y en la posibilidad de cruzarnos con una raya, comenzamos a caminar lentamente, arrastrando los pies a cada paso, hacia la costa.
Nos llevaríamos entonces una nueva sorpresa, al encontrarnos con que la entrada del Careaga se ha convertido en un riacho pequeño, de pocos centímetros de profundidad. Nunca pensamos que la bajante del río sería tan pronunciada en la zona.
Asi que finalmente volvimos a la lancha, alrededor de las 20:30, para darle la mala noticia a Patón. Decidimos entonces que la única alternativa era volver por donde habíamos entrado, para lo cual había que bajarse nuevamente de la lancha y empujar...
Luego de unos 20 minutos de durísimo esfuerzo, logramos llegar a la zona donde la profundidad nos permitía encender el motor nuevamente, y volvimos navegando lentamente hasta que finalmente encontramos una zona donde acampar.
El domingo, ya repuestos de tanta aventura, continuamos con la pesca en varios puntos, y finalmente volvimos con el atardecer.
Resumiendo, un viaje muy divertido, con muchas anécdotas y aventuras. Hablando estrictamente de pesca, la gran mayoría de las capturas fueron bagres, con algunos de 3 Kg, además de dorados, taruchas y amarillos.
Mucho pique, con todo tipo de carnadas.
Quedará para el próximo viaje hacer la otra mitad, es decir, recorrer el Careaga de punta a punta, para contarles que se pesca, cómo y en donde.
En pescarosario.com podés ver muchas mas fotos, y videos del viaje! Saludos, y buena pesca!
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